domingo, 6 de octubre de 2013

Capítulo 9.

Amanda abre los ojos y contempla el nuevo escenario. Está en la habitación de Sara. Ésta entra por la puerta con una falda de tubo roja y una camisa blanca. Sus sandalias de piedras reflejan los rayos del Sol y se hace molesto para una recién levantada.
-¡Buenos días!
Ya está maquillada y perfectamente peinada. Un poco de su pelo rubio está en la horquilla, y sus ojos están totalmente llenos de rímel.
Amanda emite un sonido inteligible. Está claro que no quiere levantarse.
-¡Venga, son las doce! Tienes dos horas para ir a casa, ducharte, arreglarte y ver a Hugo.
Se acerca a la cama y retira las sábanas de su cuerpo. Esto la despierta por completo. Aunque el nombre que ha pronunciado Sara hace sólo dos segundos la ha dejado sin aliento.
-¿Qué?
-¿No me has oído o no quieres entenderlo?
La saca de la cama y le da su ropa de la noche anterior. La va empujando hasta el baño.
-Venga, venga.
La introduce y cierra la puerta.
-¡Date prisa! -Continúa diciendo Sara.
Se examina en el espejo. Tiene el rímel corrido y el pelo algo alborotado. Se lava la cara y se retira el exceso de maquillaje.
El pantalón corto cae por sus rodillas y sus tobillos. Se lo prestó Sara para dormir.
La camiseta sale y se queda tirada al lado de los pantalones. Se enfunda su vestido y sus sandalias.
Cinco minutos y está lista. Sale del cuarto de baño y examina a Sara hablando por teléfono.
-Sí. Me aseguro de que vaya. No te preocupes, está en el baño. Le quedará poco. -Se vuelve y descubre a Amanda con la ropa sucia en las manos.- ¡Está aquí! ¿Te la paso?
Se acerca a ella y le tiende el móvil. Vocaliza el nombre de Hugo.
-¿Si?
-¡Hola preciosa! ¿Qué tal estás?
-Bien, ¿qué tal la resaca?
-¡Muy bien! ¿Tan mal estaba?
-Totalmente.
-Nos vemos en el centro, ¿no?
-¿Cuándo?
-En,-hace una pausa y parece que examina un reloj- dos horas. ¿No te lo ha dicho Sara?
-No. Está en su rollo.
-Voy a vestirme. ¡Nos vemos ahora!
Y sin esperar respuesta, cuelga.
Álex aparece sin camiseta y en pantalones cortos.
-¡Buenos días, Amanda! ¿Cómo has dormido?
Se acerca a ella y la abraza. ¿Es una broma?
-Bi-bien. ¿Qué tal tú?
-Genial. Tienes que marcharte a casa o llegarás tarde.

Su tía la examina al llegar a casa.
-Eh... Hola.
Se abalanza hacia ella y la abraza.
-¡Me tenías preocupada! ¿Dónde estabas?
-En casa de Sara. ¿No te lo dijo José?
-Sí, pero me refiero, ¿cerca de aquí?
-Sí, a dos calles.
Le da un beso y se marcha a cocinar.
-Voy a salir a la hora de comer, ¿te importa?
-¿Y los estudios?
-Esta noche estudiaré. Prometido.
-Está bien. Llámame si ocurre algo.

Todos están sentados alrededor de la mesa central del bar Solo.
Un chico se acerca a la mesa dos, donde saca una libretita y un boli de color rojo por el camino. Cuando llega y descubre a las personas que están en ella, muestra una gran sonrisa.
-¡Hombre, Hugo! ¿Qué tal estás?
-¡Chino! Bien, ¿qué tal tú?
-Currando para sacar algo de pasta para un equipo de DJ. ¿Y vosotros, chicos?
Todos sonríen y les dicen que van bien.
-¿Qué queréis?
-Cuatro cervezas San Miguel, un Aquarius, -dice de carrerilla, aunque ahora se detiene- ¿tú qué quieres, Amanda?
-Coca-Cola.
-Y una Coca-Cola para la señorita. -Añade Chino.
-Oye, ¿tan mal estaba ayer? No recuerdo ni cómo llegué a casa. -Dice Hugo. Todos callan y Sara me da un pisotón por debajo de la mesa.
-Te acompañé yo. Es decir, te acompañé con Sara.
Las bebidas llegan a la mesa y cada uno coge la suya.
-¿Tú? No recuerdo de nada.
-Normal, estabas fatal. Te metí en la cama y... me fui.
Su sonrisa se convierte en pícara y le da un trago a su cerveza.
-¿Y eso fue todo?
-Si. Eso fue todo.
Álex habla sobre el nuevo tema de un rapero estadounidense, y Hugo mira a Sara. Ésta mueve la cabeza de derecha a izquierda y vuelve su mirada a Amanda.

-Nos veremos esta noche en la playa de nuevo, ¿verdad? -Dice Paul.
-Había pensado en venir a la discoteca del centro. La nueva. No recuerdo cómo se llama...
-Night, Álex -completa Sara-, se llama Night.
-A Night. ¿Qué os parece?
Todos asienten y Álex dice que nos veremos a las diez en el bar Solo.
-¿Vendrás? -Susurra Sara a Amanda.
-Tendré que irme a las doce.
-Estás de broma, ¿no te dejan más?
-Tengo dieciséis años y estoy en terreno desconocido. Me dejan demasiado.
-Algo es algo. Me paso por la casa de tus tíos a menos diez.

Andan por el centro. Hugo se acerca a Amanda y le sonríe.
-¿Qué? -masculla ella.
-Con que nada más, ¿no?
-Sí, nada más.
-¿Qué hice? Me gustaría saberlo.
-Me besaste -dice casi susurrando-.
-¿Te gustó?
¿Miente o dice la verdad? Así que se queda callada y se examina las converses.
-Sí, está claro que te gustó. -Completa Hugo, con una sonrisa de oreja a oreja.

lunes, 12 de agosto de 2013

Capítulo 8.

Biip... Biip... Biip...
-¿Dígame? -Contesta una voz femenina desde el otro lado del teléfono.
-¡Ángela, soy yo! 
-¡Amanda! ¿Por qué no me has cogido el móvil hoy? ¿Ha pasado algo? ¿Desde dónde me llamas?
-Este es mi nuevo número, la Blackberry ha muerto en una alcantarilla. Tengo que contarte qué ha pasado hoy...

-¡Surfero Amanda, surfero! Daría lo que fuera por ser tú.
-Te aseguro que no, pensaba que iba a explotar, estaría rojísima.
-Eso le gusta a los chicos, ¿tienes su número?
-¡No! 
-Mojigata... 
Una voz masculina procedente del piso de abajo pronuncia el nombre de Amanda.
-Espera un momento, Ángela. ¿Si?
-¡Tienes una llamada! De... ¿cómo te llamas? ¡Hugo, Amanda!
Cuelga el móvil y baja inmediatamente a por el móvil de su tío.
-¿Si?
-Hola Amanda, soy Hugo.
-Pero, ¿cómo has conseguido mi número?
-Has llamado desde aquí, sólo he tenido que llamar de nuevo, el móvil se ha quedado grabado.
-¿Qué querías?
-¿Te apetece tomar algo esta noche conmigo y con mis amigos? Nos veremos en la playa a las diez.
De algún modo u otro, no tenía amigos en Barcelona y quería tener amigos allí. ¿Qué pierde por intentarlo? Supone que nada.
-Sí, nos vemos allí. Gracias.
-Adiós, guapa.
-Adiós.
-¿Qué ocurre? -Dice su tío cuando recupera su móvil.
-¿Puedes llevarme a la playa a las diez? He quedado con unos amigos.
-Claro, pero tu tía trabaja mañana, no llegues más tarde de las doce.

El vestido de flores cubre su cuerpo, y unas sandalias de color marrón sus pies. El pelo le llega hasta la cintura, ondulado y rizado. Un poco de rímel y brillo de labios y está lista. Después de contárselo a Ángela, ésta no ha dado crédito y le ha aconsejado "tirarle a saco".

El chico moreno de ojos verdes la saluda desde el banco donde esta mañana tuvieron la primera conversación.
-A las doce vengo a por ti. Pásalo bien.
El coche se marcha y ella camina indecisa hasta Hugo.
-Hola Amanda, ¡guau, qué guapa estás! -Dice mientras le da una vuelta con su mano izquierda.
-Gracias. 
Otra vez esa sensación de las mejillas, ¿debería maquillarse los pómulos también?
-Estos son mis amigos. -Dice Hugo cuando llegan a un grupo de chicos y chicas de su edad.
-Sara, Álex, Lola, Paul, Jon y Sandra. -Dice mientras los va señalando de izquierda a derecha.
La primera, Sara, la mira con una sonrisa. Es rubia de ojos marrones, y su pelo le llega por los hombros, totalmente liso. Lleva un vestido azul y unas sandalias del mismo color.
Álex, se coloca la gorra y le saluda con la mano. Tiene toda la pinta de ser un skater y de ser hermano de Sara, porque ambos son rubios y con los ojos marrones. Está rapado. Lleva una camiseta de manga corta con la palabra "Hollister" y unos vaqueros largos. Unas vans terminan con su look.
Lola es castaña de ojos marrones, de estatura media, como todos los demás. Su pelo es casi tan largo como el de Amanda. Lleva unos vaqueros blancos y una camisa coral. Está bastante delgada. Y sus ojos marrones están cubiertos por unas gafas.
Paul y Jon son hermanos, ambos morenos y con los ojos castaños. Paul es algo más alto que Jon. El primero lleva una camiseta de manga corta de vans, y el segundo de converses. Ambos con pantalones largos vaqueros y converses.
Sandra es un morena de ojos azules, estatura media y pelo hasta el pecho. Tiene una buena delantera, y la resalta con una camiseta azul de mucho escote. Lleva vaqueros cortos de flores y unas converses blancas.
Todos tienen diecinueve años, excepto Sara, que tiene dieciocho.

Caminan por el paseo marítimo hasta el Chiringuito número cuatro. Las preguntas salen de las bocas de todos los acompañantes, menos de Sandra, que no parece muy ilusionada con la llegada de la nueva. El más interesado es Álex, que pregunta a la chica por todo.
Al llegar, las cervezas corren por todas las personas, a excepción de Sara y Amanda, que toman Coca-Cola.
Son las once y media, y Hugo se ha pasado del todo. Está bastante borracho y se tambalea cuando anda.
-¿Te llevo a casa?
-Hugo, no puedes coger el coche. Estás demasiado borracho.
-¿Borracho? ¿Yo? No. Te llevo a casa.
-No, te acompaño yo hasta la tuya. -Le hace una señal a Sandra para que los siga por detrás, y así después se marcha con ella a su casa.
Marca el número de su tío y el móvil suena. A los cinco bips, su tío responde.
-¿Si?
-Tito, no hace falta que vengas a por mí. Me quedo en lo de una amiga a dormir.
-¡No, no la conoces!
-Pero su madre ha insistido, ya la conozco. Todo está bien.
Sara coge el móvil y habla.
-¿Si? Hola, soy Sara. Sí, su amiga. Mi madre insiste, no quiere que me quede sola cuando vaya a trabajar. De verdad, soy de fiar, no voy a pegarle ni nada. -Ríe- Está bien, hasta mañana. -Le tiende el móvil y sonríe.- Te quedas en mi casa.

Avanzan hacia el centro junto a Hugo. Sara va menos adelantada, a diferencia de Hugo y Amanda. El brazo izquierdo de Hugo está apoyado alrededor del cuello de Amanda, que lo sostiene. A veces su mano baja hasta su trasero y se queda reposando allí hasta que ella se da cuenta.
-Estate quieto, Hugo. -Dice mientras vuelve a poner su mano donde antes.
-Estás muy guapa hoy.
-Gracias.
-Te has puesto roja. Me gusta.
Al llegar al portal del número diecisiete, saca las llaves e intenta meter la segunda. No es posible. Amanda lo hace y le pide a Sara que espere en la puerta de casa, mientras que ella lo ayuda. El pasillo es bastante largo, y al final de él está la habitación de Hugo. Es azul y su cama es muy grande. Se apoya en el marco y la mira. Los ojos verdes la penetran y siente que va a desmayarse en breve. Se acerca a ella rápidamente y la besa. Sabe a cerveza.
-¿Qué haces? Ve a dormir, no sabes lo que haces.
-Me gustas. ¿Yo a ti no?
-Vete a dormir Hugo, no tienes uso de la razón.
-Quédate a dormir.
-¿Estás loco? -Le coge de la mano y lo tumba en la cama- Hasta mañana.
Intenta levantarse, pero sin resultado. La habitación le da vueltas y no puede hacerlo.
"Mañana será un nuevo día", piensa.

miércoles, 10 de julio de 2013

Capítulo 7.

Diez de la mañana de nuevo. Hoy Amanda está más cansada, ya que se quedó hasta las cuatro de la mañana hablando con Ángela.
Se levanta de la cama y se coloca una camiseta de manga corta con las palabras "Smart". El único pensamiento que tiene es: "¿Smart? ¿En qué estabas pensando al comprarte esta camiseta? No eres demasiado lista si te queda Física y Química..." Se enfunda de golpe unos pantalones denim de varios colores y sus vans azules.
-¿Quieres desayunar? -Dice su tío cuando está abajo.
-No, gracias. Voy directamente a la playa.
-Te llevo yo. -Dice mientras esboza una sonrisa y coge las llaves del coche de la mesa.
Al pasar diez minutos, el paisaje se resume en un sol radiante con brisa marina y muchísima gente con skates, patines, tablas de surf o simplemente caminando por el paseo marítimo.
-¿Llevas el móvil?
-Siempre conmigo.
-Cuando termines, me llamas, ¿de acuerdo?
Asiente con la cabeza y después su tío se marcha.
Examina la playa para encontrar el chiringuito de Eduardo. Un poco complicado, ya que hay como diez chiringuitos. Se quita las vans y entra a la arena con los libros de Física y Química en la mano. 
"Genial, se pensarán que soy tonta." Repite una y otra vez en su cabeza.
Al pasar por el sexto chiringuito, el cartel muestra unas letras en color azul añil con la palabra "Eduardo's", "supongo que ese es el chiringuito de Eduardo, lógica."
-Hola, ¿eres Eduardo?
-Sí, creo que es bastante evidente. -Dice sonriente mientras señala el cartel y limpia un vaso con una servilleta blanca.
-Soy la sobrina de José y María.
-Ah, ¿tú eres la hija de Rosa?
La chica asiente con la cabeza.
-¿Qué quieres tomar? Invita la casa.
-Una coca-cola.
Se vuelve hacia el congelador y saca una coca-cola, después, le quita la chapa y me la sirve junto a un vaso de tubo con dos hielos.
-¿Y qué haces en Barcelona?
-He venido a estudiar Física y Química, mi pueblo es una mierda.
-Pues estás invitada aquí cuando quieras.
-Gracias.
Se dirije hacia la esquina del chiringuito, saca el libro y empieza la rutina que le espera durante todo el verano.
Al pasar las dos horas, ya son las una de la tarde, ya que ha llegado a las once a la playa.
-Me voy a casa Eduardo, muchas gracias. ¡Nos vemos mañana!
-¡Hasta mañana, entonces!
Sale del local de nuevo con las zapatillas en las manos y se dirije hacia la entrada de la playa. 
La canción de "What Makes You Beautiful" de One Direction suena en modo risas. Algunas personas la miran al oír tal canción y algunas chicas de su edad la tararean. Saca el móvil del bolsillo tan rápido cómo puede para no crear más risa, y al no tener cuidado, el móvil cae a la alcantarilla que hay a unos centímetros de ella. 
-Nooooooo. -Grita. Tan alto, que después se arrepiento. La gente la mira, ríe y algunos sueltan un "pobrecita" de sus bocas.
Se agacha hacia la alcantarilla y mueve los barrotes una y otra vez. Pero nada vale, la alcantarilla no se abre. 
Una mano le toca el hombro y se vuelve para descubrir quién es. Unos ojos verdes la miran directamente, mientras que su pelo moreno, rizado y mojado cae en su frente. Su dorso está desnudo, sólo protegido con unas gotas de agua que corren dispersas por él. Sus piernas están adornadas con un bañador de muchos colores, que le llega a las rodillas; y sus pies con unas chanclas negras. En su mano derecha sostiene una tabla de surf.
-Hola. -Dice con una sonrisa.
-Hola.
-Tranquila, esto me ha pasado millones de veces. ¿Me la sostienes?
-¿El qué? -Pregunta Amanda boquiabierta.
-¡La tabla! -Dice a carcajadas.
-Ah, claro. -Ríe ella.
Se agacha y saca unas llaves de su bolsillo. Después introduce una en una rendija y la alcantarilla se abre de golpe.
-¿De veras quieres recuperar tu móvil? No merece la pena meter la mano ahí.
-Claro, ¿y cómo vuelvo a casa?
-Te acompaño en autobús.
-No, gracias. 
-Te dejo mi móvil entonces para que llames a alguien. -Dice mientras se va hacia un grupo de chicos y le pide algo a uno de ellos. El rubio accede, y saca de su mochila un móvil color negro de última generación.
-Toma, llama a quien quieras. -Continúa diciendo cuando vuelve.
Amanda marca el móvil de su tío, y a los pocos minutos, cuelga el teléfono.
-¿Qué, vienen a por ti?
-Sí, en diez minutos están aquí, gracias.
Cuando Amana se marcha para sentarse en un banco próximo, la sigue y se sienta a su lado.
-En diez minutos podemos conocernos un poco. Me llamo Hugo.
-Amanda.
El chico se avalanza hacia ella y deja dos besos en cada una de sus mejillas, haciéndose que ella se ponga roja.
-Bueno... y... ¿cuántos años tienes?
-Dieciséis. Casi diecisiete. ¿Tú?
-Diecinueve. Soy un poco mayor para ti, aunque me gustan las dieciseañeras casi diecisieteañeras.
Vaya, esa horrible sensación otra vez, tiene la sensación de que le van a estallar las mejillas.
-¿Vives por aquí?
Típica frase de ligoteo de las pelis americanas.
-No, soy de un pequeño pueblo de Málaga.
-Ajá, Málaga. Es una ciudad muy bonita y las chicas son muy guapas por allí.
Pero, ¿y este chico? Si una cosa tenía clara es que no perdía el tiempo.
Un ruido molesto interrumpe la conversación, el pito de un coche.
-Vaya, ahí está mi tío. Bueno, un placer Hugo.
-Igualmente, seguro que nos volvemos a ver algún día.

-¿Qué, cómo ha ido?
-Bien, bien. Debo ir a comprarme un móvil, lo antes posible.
-Ahora mismo si lo deseas. -Dice José mientras arranca el coche y pisa el acelerador.

domingo, 12 de mayo de 2013

Capítulo 6.

El sonido molesto del despertador suena a las siete y media de la mañana, haciendo que Amanda se levante poco a poco, intentando despejarse. Se ducha y termina preparando las cosas.
-¡Venga, que llegas tarde! -Dice su madre desde abajo.
-Mamá, son las ocho y media, todavía me queda. -Dice Amanda mientras baja las escaleras con la pesada maleta y una mochila colgando en sus hombros.
Se va despidiendo de cada uno, acercándose a ellos y dándoles un abrazo fuerte.
-Pórtate bien, no hagas travesuras, ¿llevas dinero, se te ha olvidado la comida?
-Mamá, estoy bien. Y no te preocupes, en cuanto llegue te llamo, ¿vale? -Esboza una sonrisa para consolar a su madre y se funden en un fuerte abrazo.
Da un abrazo y dos besos muy fuertes a su padre y a su hermano, hasta llegar a su hermana, que la abraza.
-Si te encuentras a algún buenorro, ya sabes lo que hay que hacer. -Dice en su oído mientras ríe.
-Claro, te informaré de todo.
Abre la puerta y se marcha no sin antes contemplar la cara descompuesta de su madre.
-Mamá, tranquila, no me voy a la guerra.
Nueve menos diez. Al llegar a la estación, ha descubierto que está totalmente abarrotada. Muchísimos jóvenes que se marchan de vacaciones con sus amigos, algunas familias que viajan con niños y algún que otro anciano que habla con el conductor de autobús. Llega el autobús de Barcelona y con él, las despedidas.
-Ya me marcho. Ten cuidado y llámanos. -Dice su padre mientras la abraza.
-No te preocupes, de verdad.
Se monta en el autobús y se despide con la mano de su padre. Inmediatamente, busca en el billete el sitio dónde debe sentarse, treinta y dos, justo en la mitad del bus.
Afortunadamente, el asiento de al lado no está ocupado por nadie, pero sí el de delante, ocupado por dos señoras mayores que hablan de cómo le ha dejado el pelo la peluquera y que cada diez minutos preguntan a Amanda que qué hora es.
Después de unas cuántas paradas, finalmente llega a Barcelona, donde la espera su tío.
-¡Eh, aquí Amanda! -Dice mientras saluda con la mano lo más alto que puede.
Baja del autobús, recoge la maleta y se funde en un abrazo con él.
-Deja, yo te la llevo. -Dice su tío mientras que coge la maleta.
Al llegar a la amplia casa, su tía la recibe con un fuerte abrazo y cien besos sonoros.
-¡Pero qué guapa estás! ¿Has adelgazado? ¡Pero mira qué ojos!
Amanda ríe a carcajadas y les cuenta cómo se las apañará para estudiar.
-Estudiaré todos los días dos horas por la mañana y alguna por la tarde. ¿Os parece bien?
-Perfecto. Si necesitas ayuda con algo, me dices. -Dice su tío mientras bebe un trago de agua.
-Empiezo mañana.
El despertador suena a las diez de la mañana. Se oyen algunas palabras en la planta inferior y después una puerta.
-Amanda, ¿estás despierta? -Dice su tío desde abajo al escuchar pasos.
-Sí, ¿qué pasa?
-Nada cielo, la vecina que quería un poco de azúcar. ¿Quieres desayunar? Te he hecho tostadas.
-Claro, muchas gracias.
Cuando termina las deliciosas tostadas, once en punto, saca de la maleta el libro de Física y Química y empieza a estudiar. Pero cada vez que mira por la ventana, se da cuenta de lo que se pierde mientras estudia.
Cuando pasan las dos horas de estudio, baja a charlar con su tío.
-¿Qué, cómo ha ido?
-No me entero de nada, además estudiar mientras hace un día buenísimo, es una mierda.
-¿Por qué no estudias en la playa?
-Pues... no sé.
-Hay un chiringuito en la playa, de Eduardo, nuestro amigo, que está genial. Y no es muy transitado. Te pides algo y te deja ahí toda la mañana.
-Pues mañana iré.
-Verás, te va a gustar mucho.

jueves, 11 de abril de 2013

Capítulo 5.

Ángela retira la pasta y apaga el gas. Coge las llaves y se marchan de su casa.
-¡En qué tendré la cabeza! -Dice Amanda mientras mira al suelo.
-Nena, no pasa nada. Vamos a tu casa y listo. ¿Cuánto vale el autobús?
-Eso es otra... No tengo ni idea de lo que vale. Menos mal que mi madre está en casa y sabrá de esto.
Los mismos pasos que Amanda ha dado para bajar hasta la casa de Ángela se hacen mucho más amenos junto a ella. Aunque están en silencio, sólo su presencia la hace estar feliz. Es de las mejores personas que ha conocido.
Llegan a casa de Amanda. Ángela respira muy deprisa y entrecortado. Amanda le ha propuesto una carrera por las dos últimas calles. Han llegado a la vez, y las dos están igual de cansadas, pero Amanda intenta disimularlo tosiendo. Toca a la puerta.
-¿Te has olvidado la llave otra vez?
-Sí. -Sonríe Amanda.
-¡Deberías hacer como la chica de Zoey 101, colgártela en el cuello!
-Sí, claro, a lo notas.
Las dos ríen hasta que la madre de Amanda abre la puerta. Rosa parece muy feliz de encontrarse con Ángela, es una de las chicas que mejor le caen del grupo de amigas de su hija.
-¡Ángela, qué tal!
-Muy bien Rosa, ¿y tú? -Ángela empieza a sonrojarse, y mira hacia el suelo mientras se toca el pelo.
-Subo a por el dinero y nos vamos. -Dice Amanda mientras sube las escaleras de dos en dos.
-¿Dinero para qué?
-Para el billete de autobús. -Dice Ángela aún mirando al suelo.
-¿Cuánto cuesta un billete de autobús? -Dice Amanda gritando desde el piso de arriba.
-Depende. ¿Ida o ida y vuelta?
-Ni idea.
-Cógelo de ida, no sabes cuándo vendrás. De ida cuesta como unos... -Rosa hace cálculos con las manos antes de decir la cifra exacta.-... sobre unos setenta euros.
-¡¿Setenta euros?! -Dice Amanda. -Dios mío.
-Es un trayecto largo, así que es caro.
Amanda recoge el dinero y baja las escaleras a toda prisa.
-¡Cuidado con las escaleras! -Dice Rosa.
-Que sí mamá... Nos vemos esta tarde.
-Vale, ¡adiós Ángela!
-¡Adiós, Rosa!
Salen de la casa y caminan durante unos minutos hasta la estación.
-Oye, y ¿cuál es tu plan de estudio?
Amanda no sabe qué contestar. Aún no ha planeado nada de lo que hará con su vida allí.
-Estudiaré dos horas al día, todos los días.
La cara de Ángela es sorprendente, ¿todos los días? En cierto modo no se lo cree, pero no se lo puede decir. Quiere que su amiga apruebe Física y Química y tiene que darle ánimos para ello.
-Verás como apruebas. -Sonríe Ángela.
-Espero que eso ocurra. -Amanda le devuelve la sonrisa.
Finalmente, llegan a la estación. Hay dos o tres personas, la mayoría inmigrantes esperando un autobús o buscando cobijo durante unas horas. Amanda le indica a Ángela que espere mientras saca el billete, pero Ángela la acompaña, total, no tiene nada mejor que hacer. Caminan hasta la taquilla. El taquillero es un hombre mayor, de unos sesenta años y relleno. Además, está calvo.
-Hola. ¿Me puede dar un billete para Barcelona?
-¿Para cuándo lo quiere? -Dice seco el taquillero.
-Mañana.
-El autobús sale a las nueve.
Ángela suelta una carcajada. Sabe que Amanda tendrá que levantarse tarde haciendo las maletas y temprano para llegar al autobús. Y con lo dormilona que es, no espera que esté de buen humor mañana.
-¿De qué se ríe tu amiga?
-Ni idea, no le haga caso.
El taquillero sonríe, al ver a las dos chicas intercambiándose sonrisas. No sabe si se están riendo de él, pero las chicas son divertidas juntas. Saca la entrada y se la entrega a Amanda.
-Son setenta euros.
¡Vaya! Su madre ha acertado, como la mayoría de las veces. Pero sabe que no es la única. Todas las madres lo hacen. ¿Cómo lo harán? Es algo que nunca ha comprendido. Espera ser como ellas de mayor. Saberlo todo, encontrar cualquier cosa... etc. Le entrega el billete de cincuenta euros y después el de veinte.
-Hasta mañana.
-Hasta mañana. -Sonríe el taquillero.
Vuelven a caminar hasta la casa de Ángela.
-Madre mía, hoy perdemos como cinco kilos.
Ángela, siempre tan positiva. Saca una sonrisa a Amanda, que está agotada. Ha guardado el billete en el vaquero y espera que no se pierda, como siempre le pasa.
Ángela sirve la pasta y se coloca tomate en la suya. Comen viendo Los Simpsons, como siempre. Al terminar, dejan los platos en el lavavajillas y se marchan al salón para ver una peli en el ordenador. La han visto mil veces, pero es una de sus preferidas, Los Juegos del Hambre.
Las seis y media.
-Me tengo que ir ya.
-A las ocho que estés lista, tardona.
-Sí, no te preocupes. -Indica Amanda mientras se toca el bolsillo del vaquero. Aún tiene el billete.
Sube hasta su casa y se ducha. Después opta por ponerse unos vaqueros claros. Los mismos que se pondrá mañana para ir en autobús, no quiere ensuciar demasiada ropa antes de irse.
Son las doce de la noche. Todas sus amigas se han marchado, ahora se dirige a casa para hacer la maleta, cuando su Blackberry suena al entrar por la puerta. Es un mensaje del Whatsapp de Ángela:
Tienes que conectarte a Tuenti, necesito aconsejarte sobre qué llevarte a Barcelona.
Enciende el ordenador y se conecta. Ángela lleva conectada un buen rato. Enseguida le llegan varios mensajes suyos al chat, y después una petición de videollamada. La acepta y mientras se carga, abre su maleta de color rojo.
-¡Venga, enséñame tu armario! Todo, ¿eh?
Saca la mayoría de las perchas y las va enseñando.
-Eso sí. -Indica Ángela a un vestido de color rojo. -Eso no. -Una camiseta morada.
Se tiran así una hora y media. Tienen seleccionados ocho vestidos, cinco vaqueros, cuatro faldas, tres pantalones cortos, veinticuatro camisetas, dos rebecas, un chaquetón, vans, converses, dos pares de chanclas, unas deportivas y cinco sandalias.
-¡No me va a caber!
-Prueba.
Amanda va doblando todo poco a poco mientras habla con Ángela. Cuando toda la ropa está metida, se sienta encima y la cierra a presión.
-¿Ves? Cabía.
-Verás, esto revienta cuando lleve dos minutos en Barcelona.
Ángela suelta una carcajada y le indica que coja el neceser del mismo color de la maleta y meta todo lo que queda ahí. Cuando lo hace, lo engancha a la maleta.
-Y ya lo que queda, en tu mochila de piel marrón.
Pasta de dientes, cepillo, su mascarilla preferida, cámara... etc. Y finalmente, y lo que más le duele, el libro de Física y Química.
-¡Lista!
-Me alegro por ti, pero no quiero que te vayas.
-Mañana vendrás a despedirme, ¿no?
-¡Claro! No te quedes dormida.
-Son las tres, me voy a dormir ya. Nos vemos mañana.
-¡Adiós!
Se despiden mediante la cam y se desconectan de Tuenti. Mañana va a ser un día largo, y más habiendo dormido sólo seis horas.

miércoles, 10 de abril de 2013

Capítulo 4.

Mientras que la madre de Amanda hace la cena, pizza, las dos amigas se conectan a Twitter y cotillean todo lo habido y por haber.
-Ya está la cena. ¿Os preparáis vosotras lo demás?
-Sí, no te preocupes, mamá.
Colocan dos bandejas individuales, vasos y servilletas. Cenan mientras ven Los Simpsons, programa amado por ambas chicas.
-¡Las doce menos diez! Mi padre me va a matar. -Dice Ángela mientras marca el número del nombrado en su móvil. -Papá, ¿vienes a por mí? Sí, estoy en lo de Amanda. Ya, es que no sabía que iba a venir aquí después. Vale. Venga, hasta ahora. -Cuelga.
-¿Está enfadado?
-Sólo porque no le he dicho que estaba aquí, se pensaban que aún estaba en la calle. Eso se le pasa en nada, con dos besitos. -Ríe Ángela.
-Bueno, mañana salimos con estas, ¿no?
-Supongo que sí. Vengo a por ti a las ocho, ¿ok?
-Ok. -Sonríe Amanda.
Se oye un pitido de un coche procedente de la calle.
-Ahí está mi padre. -Dice Ángela mientras se limpia la boca con la servilleta y se levanta. -Nos vemos mañana.
-¿Te acompaño hasta la puerta?
-No, tranquila, cierro yo. -Vuelve a sonreír.
-¡Adiós guapísima!
-¡Adiós preciosa!
Se deja los dos últimos trozos de la pizza, apaga la tele y luces, y sube a su cuarto. Allí enciende el ordenador, y empieza a escribir un capítulo en su blog, aunque hoy no está demasiado inspirada. Sueña con que algún día, tenga una historia que contar, algo que le haya pasado de verdad. De esas historias de las novelas que parecen tan irreales pero que el autor revela que son ciertas. Termina por publicarlo, ponerse el pijama y dormirse a las dos de la madrugada.
-¡Amanda, llevo media hora llamándote desde abajo! Son las doce.
-Voy, voy.
-Siempre tan dormilona... 
-Yo también te quiero, mamá.
Ríen. Aún no ha abierto los ojos.
-De verdad Amanda, tienes un problema con el sueño... -Dice la madre después de una carcajada. Después sube la persiana y los rayos del Sol hacen que Amanda termine por desperezarse. Hoy hace un día maravilloso. Termina por quedarse unos minutos en la cama sentada mirando al infinito. Después, enciende la radio y suena 'Give me love' de Ed Sheeran en Europa FM. Lo escuchó la primera vez con su éxito 'The A Team' con la que lloró muchísimas veces, y desde ese día, se ha declarado fan de él. Ama todas sus canciones y le parece el chico más romántico y mono del mundo. Baja las escaleras y se sienta a ver la tele. No tiene ganas de hablar con nadie por Whatsapp, así que lo ha dejado en su habitación.
Suena el teléfono fijo de su casa.
-¡Cógelo, estoy arriba! -Dice la madre de Amanda desde la planta superior de la casa.
Amanda se levanta sin ganas alguna, arrastrando los pies y descuelga el teléfono.
-¿Dígame?
-¡Holaaaaaaaaaaaaaaa! -Grita Ángela desde el otro lado del teléfono.
-Me has dejado sorda...
-¡Que es tu último día! ¿A que te vas a venir a comer a mi casa? Es que mis padres se van a comer por ahí y me aburro. 
-¡Vale! -Dice entusiasmada Amanda. -¿Me llevo algo?
-No, tengo de todo en casa. Te espero aquí.
-¿A qué hora?
-¡Vente ya, que me aburro! 
Cuelga. Amanda ríe. ¿Cómo puede ser tan tímida con los demás y con ella no? Pero a ella también le pasa. Se siente tan cómoda con ella, que le puede contar cualquier cosa. Se ríen de sí mismas, de todo. Y saben que lo que se cuenten una a la otra no saldrá de ahí, a diferencia de sus demás amigas.
Sube las escaleras hasta llegar a su habitación y se viste. Vaqueros largos, camiseta blanca básica y converses. El pelo le cae sobre los hombros. Sus rizos hoy están especialmente alborotados. Pero en cierto modo, le gustan de esa forma. Le hacen parecer más atrevida. Se lava la cara, los dientes y finalmente se echa el desodorante y colonia de Lady Rebel, la que le regaló su madre hace unos meses, en su cumpleaños.
-¿A dónde vas? -Dice la madre mientras pasa por el pasillo de la planta superior la fregona.
-A lo de Ángela. Está sola y se aburre. Vengo a las siete o así, ¿vale?
-Vale. Ten cuidado.
-Mamá, no me rayes... -Sonríe.
Le da un beso en la mejilla y la abraza. Siempre su madre ha sido muy miedosa. Tiene miedo de absolutamente todo. Es algo que Amanda detesta, pero desgraciadamente, aunque a veces esconde su miedo, ha heredado su pánico. Coge su Blackberry blanca y sus cascos del mismo color y sale por la puerta.
Camina por las calles de su pueblo escuchando su lista de reproducción llamada "." Tan poco original como siempre. Escucha Rock Me de One Direction y Still Into You de Paramore. El trayecto no es demasiado largo, sólo dura siete minutos. Toca la puerta. Ángela tarda en abrir. Finalmente, la segunda vez que toca al timbre, abre.
-¡Ey, no te escuchaba! Estaba cocinando. -La sonrisa de Ángela le da a entender que pase.
Amanda sigue a Ángela hasta la cocina. Está cocinando pasta.
-Huele genial.
-A ver cómo sabe... -Ríe Ángela.
Las dos se sientan en sillas paralelas.
-A las siete me voy a casa y me arreglo. Y mañana por la mañana me marcho.
-¿A qué hora sale el autobús?
-Mierda, ¡el billete!
-¿Lo has perdido?
-¡No, no lo he comprado!
Ángela ríe a carcajadas al oír lo que Amanda acaba de decir. ¿Cómo puede estar pensando en preparar la maleta y se le ha olvidado el billete?
-No te preocupes, son las una, nos da tiempo a ir a la estación y comprar uno. -Dice Ángela mientras mira su reloj de color rojo. Hoy se lo ha cambiado. Tiene una colección entera, de unos treinta o más relojes de todos los colores y tamaños.
-Nos llegamos por mi casa y cojo dinero.

jueves, 4 de abril de 2013

Capítulo 3.

Terminan por despedir a algunos compañeros y más tarde vuelven de camino a casa de Amanda.
-¿Te quedas un rato? Es que me aburro... -Dice Amanda mientras abre la puerta de su casa.
-Sí, claro. -Sonriente Ángela pasa delante de ella. Cierran la puerta detrás de Amanda.
-¿Te importa esperar mientras llamo a mi tía? -Dice Amanda mientras coge el teléfono inalámbrico de su casa.
-¡Nono, no te preocupes! -Dice sonriente Ángela.
Marca el número de su tía y empieza a comunicar... Tres toques... Cinco toques... Finalmente se oye la voz de su tío al otro lado del teléfono.
-¿Dígame?
-Emmm... ¿Tito? ¡Soy Amanda!
-Oh, hola Amanda, ¿qué tal?
-Muy bien, ¿y tú?
-Bueno, bien. ¿Qué tal las notas?
Se oye un silencio de unos cinco segundos en la conversación.
-Amanda, ¿sigues ahí?
-¡Sí, sí! Me ha quedado Física.
-No me digas... Qué mal, ¿no?
-Pues sí...
-¿Y qué querías, para qué llamabas?
-Emmm... Quería saber si podría irme con vosotros este verano, porque aquí me aburro muchísimo y no puedo soportar este pueblo de mierda.
La respuesta que llevaba esperando varios meses, planeando su verano por cada segundo.
-¡Pero si tienes que estudiar, no divertirte! -Dice mientras suelta una carcajada. -Está bien, ¿cuándo vienes?
-¿Te parece bien el sábado?
-¿Qué día es hoy?
-Jueves.
-¡Vaya, no sé ni en el día que vivo!
Los dos ríen durante unos segundos y después Amanda sigue hablando.
-Bueno, te dejo. ¡Nos vemos el sábado!
-¿Voy a por ti a la estación de autobuses?
-Sí, por favor.
-Te veo allí. ¡Hasta luego!
-Adiós.
Paco cuelga el teléfono antes que ella. Amanda muestra una sonrisa de oreja a oreja.
-¿Cuándo te vas? -Pregunta Ángela intrigada.
-Sábado.
-Madre mía... me voy a aburrir sin ti.
-¡Te voy a llamar todos los días, pava! -Amanda se avalanza sobre ella y la abraza dulcemente.
-Eso espero. Y que me cuentes todo lo que haces, no te digo nada...
-¡Vas a ser la primera a quien se lo cuente, ya lo sabes!
Se abrazan y después cambian de tema bruscamente, como siempre.
-Bueno, ¿y qué te vas a llevar?
-De todo.
-Yo si fuera tú me llevaría mucha ropa de arreglar. Por si sales con tus amigos.
-¿Qué amigos, si no tengo amigos allí?
-Los haces. ¡Si no tienes vergüenza!
-Claro, claro... No, me llevaré muchos vaqueros, todos los que tengo.
-Espero que cortos.
-Cortos sólo unos.
-Pero Amanda, ¡te vas a asar!
-No quiero cortos, estoy gorda.
-¡Tú lo que estás es tonta! -Sonríe y le guiña un ojo.